
Por lo general las personas dicen no practicar meditación, porque les cuesta mucho concentrarse, y es cierto que la concentración es muy difícil debido a la actividad constante de la mente que está todo el tiempo en movimiento, saltando de un punto a otro; rara vez, por no decir nunca, fija su atención en algo, cien por ciento.
Debido a ello la mente no está en el presente, aunque lo parezca o se lo crea, porque la mayor parte del tiempo gasta su energía moviéndose en situaciones tanto placenteras como desagradables, ya sean del pasado o del futuro, incluso anticipándose a ellas.
La mente es incapaz de estar en el presente y si lo está, ocurre muy pocas veces, ya que aun cuando lo esté aparentemente, siempre tendrá restos de pasado y futuro, producto del proceso de comparatividad espontáneo que sucede frente a un hecho del presente y que corresponde a la mecánica automática de la mente y que mientras no esté entrenada no podrá manejar.
Ella gasta energía al moverse entre el pasado que no existe y el mañana, que tampoco existe, porque ambos están fuera de nuestro alcance; lo real es que casi nunca podemos vivir el presente, “el aquí y el ahora”, hecho que sustenta el místico alemán-español, Eckart Tolle.
Podríamos decir que la mejor forma de autoeducación para vivir la vida, no tener tanto problema y no sufrir, es entrenarse en estar consciente del presente, la mejor práctica para evitar cometer los errores del pasado y prevenir los futuros; a esto lo llamaríamos autoeducación para vivir la vida.
Otro beneficio de estar aquí y ahora es que desde este lugar podemos mirar el pasado con objetividad, producto de la distancia entre lo sucedido y el ahora; tomar distancia de los hechos, para descubrir cosas que no vemos en el momento.
El mayor error que cometemos es vivir ese pasado en el presente y que es lo que la mayoría hace y que se convierte en una causa más de sufrimiento.
Sin duda que no es llegar y empezar a hacer este tipo de prácticas: mirar el pasado desde éste ahora, requiere un entrenamiento previo del sujeto de la práctica, la mente.
La mente occidental no está entrenada para ello, porque desde que nacemos nos entrenan y nos capacitamos para la extroversión, en llevar la mente hacia afuera.
Ante cualquier intento por llevarla hacia el interior, ella se rebelará, porque no tiene disciplina alguna.
La cuestión es ¿qué se puede hacer? Y la respuesta es obvia, entrenarla a volverse hacia el interior, para que se acostumbre a momentos de interiorización; no será fácil, porque el musculo mental no está entrenado, pero es posible si se trabaja con constancia.

La respiración consciente
Está probado que el mejor entrenamiento efectivo para ser consciente del presente es la conciencia de la respiración, porque consiste en sentir que respiramos y eso es un volverse al interior.
Nadie se da cuenta que respira, es un proceso tan mecánico, tan natural, que no necesita de nuestra atención, por eso desconocemos que en un día respiramos 21.600 veces, que ignoramos las etapas respiratorias de inhalación, suspensión, exhalación, suspensión.
También desconocemos las cuatro fases de la respiración, abdominal, torácica, clavicular y vertical, y las tres juntas en una sola inspiración y exhalación.
La práctica de la conciencia de la respiración es el mejor y más fácil método para desarrollar la concentración y la atención, porque es algo natural y espontáneo que no demanda esfuerzo alguno.
Sin embargo, al practicar uno se da cuenta de lo difícil que resulta mantener la conciencia de la respiración sin interrupción, muchas veces la atención cae sin que uno se dé cuenta; entonces, la tarea es volver la atención a la respiración tan pronto se advierte que se ha desviado.
Se trata simplemente de poner la atención en el aire que entra y sale, lo que, sin proponérselo, produce la conciencia del momento presente.
En la práctica el esfuerzo se dirige a observar la respiración natural, a ser testigo de ella, que puede ser irregular, pesada, liviana, entrecortada o calma, fina, sutil.
A partir de dicho entrenamiento de la conciencia respiratoria pueden facilitarse otro tipo de percepciones o sensaciones, como calor, frio, pesadez, ligereza, dolores, sensación de expansión o contracción etc.
Entonces, la respiración crea un puente entre el consciente y el subconsciente y se convierte en un canal a través del cual, ese mundo nuestro, desconocido, empieza a manifestarse, a purgarse a sí mismo, sacando del fondo los contenidos de vivencias pasadas, alguna de las cuales han sido traumatizantes y se mantienen en el fondo de la mente con su carga de energía y emociones negativas, que son causa de muchos de los problemas psicosomáticos de salud que nos aquejan y cuyos orígenes los atribuimos erróneamente a otros motivos.
Cuando practicamos la conciencia de la respiración comenzamos a limpiar la mente y avanzamos en su sanación.
La cuestión es cómo empezar y es muy simple, hay que comenzar a respirar profundo y con cierta fuerza para fijar la atención mental en la respiración. Solo cuando la conciencia de la respiración se hace nítida podemos dejarla que fluya por sí sola, manteniendo la conciencia de la respiración natural; ya no hacemos ningún esfuerzo por manejarla, el esfuerzo se mantiene solo en ser consciente del flujo del aire que entra y sale. Esto deriva de a poco en el funcionamiento automático del cuerpo, que se mueve en expansión y contracción, actividad que es subconsciente.
Esto se convierte en un progreso de la observación y conciencia de la respiración. “intencionada”; luego pasamos a darnos cuenta de la respiración natural, espontánea, el cuerpo es el que respira, no nosotros.
Pero todavía queda una experiencia más, el respirar actúa como un reflejo de nuestro propio estado mental; si, porque el estado de nuestra mente se manifiesta en la respiración.
Cuando estamos relajados, diríamos sin problemas, la respiración está acorde con ello, es relajada, lenta, armoniosa; cuando nos enfocamos en la respiración, la mente está libre de ansias, de aversión, de ignorancia, a diferencia de que cuando estamos alterados mentalmente, la respiración también lo está y es rápida o entrecortada, la respiración se convierte en un reflejo de nuestro estado mental.
La conciencia del momento presente.
Al fijar la atención en la respiración se desarrolla la conciencia del momento presente; por tanto, mantener la conciencia el mayor tiempo posible en la respiración equivale a concentrarse correctamente.
No olvidemos que muchas de las acciones que ejecutamos diariamente implican concentración y que los errores que cometemos a diario, se producen por falta de concentración adecuada.
Al practicar conciencia de la respiración uno llega a darse cuenta de lo difícil que resulta mantener la conciencia en algo, sin interrupción, aun cuando tengamos la firme determinación de estar concentrados.
En la práctica, la tarea consiste básicamente en traer la atención a la respiración apenas nos demos cuenta que se ha desviado y esto constituye un entrenamiento disciplinado de la mente a través de la respiración.

Mediante la práctica se hace cada vez más posible que la atención regrese con mayor rapidez a la concentración. A medida que la concentración se fortalece empezamos a sentirnos más relajados, porque la mente está fija en una sola cosa, la respiración, no está dividida, ha disminuido su parloteo y distracción habitual.
Sin darnos cuenta, la respiración cambia, se va haciendo más suave, regular, ligera y poco profunda; incluso puede darnos la sensación que se ha detenido, como si no respiráramos. Eso revela que la mente está tranquila y que el cuerpo está calmo, ya que el metabolismo se ha lentificado y el cuerpo requiere menos oxígeno; ya no es necesaria la respiración activa y profunda practicada durante el aprendizaje de la respiración consciente.
Swami Ekananda Saraswati